El madurar como persona es una de los procesos más difíciles, pocas veces se logra con éxito. Madurar es aceptar realidades, definir qué es lo que realmente quiere y puede, y saber hasta dónde puede llegar, pero esa maduración tiene un punto débil, y es que también implica perder ese entusiasmo juvenil e iluso, para cambiarlo por unas limitaciones mentales, en las que constantemente se repite que no podrá.

Sobre cómo llega ese proceso de maduración, como se frena esa energía de actuar y progresar, para ser cambiado por una visión “realista” en donde no se pueden muchas cosas, es de lo que hablaremos hoy. Como es costumbre en mi blog, hablaremos de cómo a pesar de llegar a la maduración, conservar ese entusiasmo juvenil.

La visión distorsionada de la realidad del inmaduro gracias a los libros y la televisión

“Del dicho al hecho hay mucho trecho”, decían los abuelos, y es una gran realidad. La diferencia entre las cosas que imaginamos del mundo, respecto a las cosas como son, es una abismo demasiado grande. En nuestra mente podemos tejer unas realidades, podemos creer que algo es de una manera, pero realmente no ser así.

Ese fenómeno se agudiza gracias a los libros y a la televisión. El joven al recibir a temprana edad toda esa informacion, genera una serie de razonamientos irreales, empezando porque la televisión y los libros o son demasiado positivo o son demasiado negativos, ya que ellos no les interesa pintar las cosas como son, les interesa vender. Luego, al pasar de un libro a otro, de una noticia a otra, entonces es una cantidad de información, a partir del cual teje unos razonamientos completamente viables en la imaginación, bien argumentados, pero que no están en contacto con la realidad.

El joven se ve el noticiero de la noche, se lee un par de noticias de un blog, participa en un grupo de redes sociales, y lee cada vez más acerca de un conflicto que está sucediendo en el mundo o en su país, y entonces debido a la información que tiene, empieza a crear una opinión de cómo deberían de ser las cosas, pero que en gran porcentaje no tiene nada de realista, ya que no se ha involucrado de ninguna manera con el conflicto. De manera similar, están tejidas la visión que tiene de la vida.

La visión infantil de la vida que tiene el inmaduro, soñador y emprendedor

Existe una tendencia del cerebro de priorizar las cosas del presente y no poner atención al futuro, lo cual hace que seamos desprevenidos respecto a las consecuencias de nuestros actos y de lo que pueda suceder más adelante. Nuestro mente tiende mucho a pensar en el ahora. Debido a eso actuamos como si la salud no se fuera a acabar, como si el dinero fuera a durar siempre, como si hubieran más oportunidades. Básicamente se puede hacer lo que nos da la gana.

El joven tiene poca madurez emocional, de los primeros pensamientos que se tienen cuando joven, es el de lograr una serie de propósitos de vida, algunos quieren ser modelos, otros cantantes, otros empresarios, otros casarse y formar un hogar lleno de felicidad. En la mente todo es posible, todas los planes salen, todas las personas apoyan. Así que se engancha a proyectos, se compromete con lo uno y con lo otro.

Poco a poco en la medida que empieza a chocar con la realidad, la persona siente los primeros rechazos, los primeros fracasos, que lejos de madurar, lo vuelven más irrealista. Empieza a ver todo de manera muy gris, ya que no está acostumbrado a las derrotas, cree que todo está perdido. Generalmente en estas situaciones es presa de filosofías facilistas, de planes donde en apariencia no hay que hacer tanto esfuerzo y se obtienen mejores resultados.

El momento en que la persona madura y se vuelve realista

El joven empieza con muchas ilusiones, luego al sufrir los primeros fracasos empieza los procesos de depresión y estrés. Ante esta situación, comúnmente la mayoría de las personas busca refugio en filosofías light. Existe otro grupo de personas que lo que quieren es independencia económica, se esfuerzan en proyectos que en apariencia son altamente viables.

Entonces empieza otra serie de fracasos, en los que se golpea duro con la realidad, la cual le hace ver que las cosas no son tan fáciles como pensaba. Ha sido víctima de varios engaños en que le roban su dinero o su esfuerzo. Pero no le gusta sentirse fracasado, lo quiere intentar de nuevo y sigue luchando, sigue el entusiasmo, todavía confía en sus fuerzas. Luego poco a poco se da de cuenta, de todo el tiempo que está perdiendo, de que el dinero se está agotando, de que hay muchas cosas pendientes que no ha logrado. También empiezan las primeras consecuencias de los propios actos, aquellas cosas que hizo en el pasado y que ahora se debe encargar. Sabe que no puede seguir cometiendo errores, sabe que debe ser más cuidadoso con las decisiones que debe de tomar. Se llena de precaución, se vuelve una persona madura, se vuelve realista.

Es entonces la maduración de la persona, el proceso en donde se da de cuenta, que todo ese mundo que había tejido en la mente no es tan ajustado a la realidad, se vuelve desconfiado de todo lo que escucha, se vuelve prevenido respecto a las cosas que hace, teme que una mala decisión pueda arruinarle. Acepta su realidad así sea que no le guste, acepta lo que tiene, se conforma, deja de hacer esfuerzos que quizás no le llevan a nada.

El autodiálogo negativo del hombre maduro

Hay una diferencia entre un niño inmaduro y un adulto maduro, y es el nivel de reactividad, de molestarse porque algo no sale bien, porque perdió tiempo. El cuerpo siente el recuerdo de eventos pasados, sabe que equivocarse es costoso, sabe que todo tiempo perdido en cosas inútiles le puede costar su tiempo para cosas más importantes. Entonces la madurez también trae reactividad, impaciencia, ser complicado.

Otra consecuencia de esa madurez es el diálogo interno, en donde se repite para sus adentros: «yo si soy tonto», «me molesta mucho estas cosas», «otra vez lo mismo». Este tipo de diálogo empieza a aminorar sus fuerzas, a restar capacidad de acción y de solución. Nada de bien trae esa dialogo negativo y si mucho perjuicio porque va condicionando gradualmente las acciones y las circustancias generando círculos viciosos de malestar. Hay que detener ese diálogo, y cambiarlo por una actitud más positiva.

Cómo conservar el entusiasmo juvenil a pesar del realismo y la maduración

Tenemos entonces dos contrastes, el joven iluso, inmaduro y entusiasta, pasa a ser el adulto realista maduro y resignado. Muchos se quedan en la primera etapa, sobre todo aquellos que tiene unos padres que siempre están ahí para limpiar el reguero, o aquellos que disponen de muchos recursos por lo cual el dinero le soluciona varias cosas. Luego están los que tiene que luchar contra la realidad, que van de fracaso en fracaso, que sus malas decisiones le llevan a perder recursos y tiempo. Otro grupo se queda en esta segunda etapa, sobre todo los que ya formaron un hogar o tienen un empleo estable, ya que no tienen mucho ángulo de maniobra, tienen que aceptar las cosas que está viviendo y lo que seguirá viviendo. Ya una vez lograda la maduración empieza el proceso de putrefacción, a morir lentamente, a perder. Del mismo modo que la fruta al ser madura perece, así mismo el adulto que madura, empieza su proceso de descomposición.

Deberíamos pasar a una siguiente etapa, a un siguiente nivel de maduración juvenil,  emocional e intelectual que no va hacia el detrimento. En esta etapa se conversa lo mejor de cada etapa, el entusiasmo juvenil y el realismo del adulto. De esta manera tendrá fuerzas extras para caminar por sus sueños, pero que también sabrá hacer mejor las cosas para no cometer tantos errores. La clave está en seguir viviendo su vida real, pero separar un espacio fijo para luchar por sus sueños. Esos sueños correctamente planteados, con una visión clara del esfuerzo que debe de hacer, que es capaz de hacer y cuánto tiempo deberá hacerlo.

El problema del joven es que es inexperto, no tiene experiencia, tiene poca información real de las cosas, y el problema del adulto es que está lleno de responsabilidades que no le dejan posibilidad de actuar. Ahora el adulto experto deberá liberarse de muchas responsabilidades que no le aportan nada, para así dar maniobra a esforzarse por lo que quiere. El ser humano puede lograr lo que se propone, la única clave es no detenerse, es caminar en el mismo sentido una y otra vez, es saber aprovechar los recursos de los que dispone de tiempo y dinero. Aquí las acciones deben estar más encaminada a los resultados, cada cierto tiempo medir resultados, mirar que posibilidades de mejora hay.

Madurez emocional y juvenil

La maduración es un choque con la realidad es aceptarla, pero también es perder la capacidad de lucha y entusiasmo. Esto no nos debe detener, y se debe siempre seguir avanzando para lograr mayores niveles de bienestar, poder y alegría, ese es nuestro verdadero camino. Debemos aprender cada día y mejorar cada día, no dejarnos condicionar por las circunstancias, imponer nuestra visión y nuestro fuerza.

Esa etapa de construcción no solo es a nivel externo, sino también a nivel interno, en donde reconocemos lo que no somos capaces, nuestro temores y trabajamos por superar nuestras incapacidades y superar nuestro temores. No nos dejamos llevar de entusiasmos, sino que sabemos canalizar los entusiasmo. No somos ni muy ilusos ni demasiado realistas, simplemente miramos las ventajas y desventajas de cada cosa y con que podemos contar.

Esa es nuestra verdadera lucha, como mantener el entusiasmo, de tal manera que una vez que la fruta madure, no se descompone, sino que siga manteniendo viva. El entusiasmo en vida, y la única manera de mantenerlo es a través de canalizarlo hacia el logro. Esforzar al máximo nuestra inteligencia para que los esfuerzos no sean desperdiciados y nos den prontos logros que mantengan el entusiasmo vivo.