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No hay nada más adictivo que el poder; pero solo aquel que haya probado el poder en algunas de sus distintas formas, podrá entender lo difícil que es manejarlo.

Quien no ha probado las mieles del poder suelen rasgarse las vestiduras respecto a los actos de quienes si lo tienen. Quienes tienen el poder no está dispuesto a renunciar a él, y este artículo vamos a ver sus razones.

Que es tener poder. 

Poder es todo aquello que nos coloca por encima de los demás en cualquiera de los aspectos de la vida y que nos da ciertas ventajas.  Es de cierta forma el uso y aplicación de los potenciales, habilidades y talentos, ya sea que hayamos nacido con ellos, que los hayamos desarrollado, o que nos lo hayan asignado.

Todos tenemos algún tipo de habilidad en la cual destacamos y somos mejor que los demás. Por ejemplo: el que es capaz de hacer reír a los demás, el que destaca en algún tipo de arte, el que es bueno en un deporte, etc.  Pero una sola habilidad no es suficiente, y debemos desarrollar otras habilidades si queremos triunfar. Por ejemplo, si se es bueno para bailar, se debe tener otros talentos como el saberse promocionar, el ganarse a los demás, el ser simpático, etc.  Una vez juntamos varias habilidades, podremos decir que tenemos poder, y podremos destacar.

Otro tipo de poder es colocarse en la cima de un orden religioso o político, de tal manera que todos los que siguen esa ideología le obedecen sin cuestionar.

Los beneficios del poder.

Sin andarse con rodeos y moralismos, podemos decir que tener poder es muy bueno, se consigue amigos con facilidad, puedes acceder a toda clase de placeres que quien lo tiene solo puede soñar, en posiciones de poder todos te obedecen.  Si una persona tiene mucho dinero, puede conseguir cualquier placer sin mucho esfuerzo, y si se trata de una mujer muy hermosa, si quisiera podría manipular a sus pretendientes de tal modo que sigan sus caprichos, quien tiene algún tipo de mando, siempre podrá poner a hacer lo que no le gusta, a alguien más.

Si miramos en la naturaleza, los lideres, los machos alfas, tienen el poder, y por ejemplo los que tienen menos poder deben esperar a que el macho alfa termine de comer. Quien no tiene poder, por lo regular siempre estará sometido a la voluntad de los demás, solo podrá gozar de las sobras que caen de la mesa de aquellos que si pueden, pocas veces lo tendrán en cuenta para algo, y siempre será fácil echarle la culpa de lo malo que pasa, ya que nadie saldrá en su defensa.

Para tener poder hay que tener dominio de sí mismo.

Básicamente el secreto para conseguir el poder es tener la suficiente templanza como para no codiciar sus frutos. Un hombre apasionado, con muchos sueños y deseos, es muy difícil que logre el triunfo.  Quien sede fácilmente a cualquier pasión, que es capaz de abandonar todo por algo que le guste, que se distrae con facilidad; entonces es incapaz de acumular poder.  Pero esto sucede porque no nos conocemos lo suficiente, no hemos identificado que es lo que realmente queremos en la vida, para que seamos buenos, y que es lo que debemos hacer con exactitud.  Quien no sabe para donde va, termina en cualquier lugar, empujado por cualquier viento del destino, o de lo que los demás le digan.

Miremos un deportista todo el sacrificio que tiene que hacer para ser el mejor.  El tiene claro que quiere, y que es lo que debe de hacer.  Y solo cuando consigue la medalla, entonces disfruta de lo que se merece. En base a esto podemos decir que hay un orden en la naturaleza; primero hay que trabajar para conseguir las cosas que queremos, y luego podremos disfrutar de los frutos de nuestro esfuerzo.  Pero muchos solo queremos disfrutar sin hacer ningún esfuerzo y sin tener ningún talento.

Las mejores cosas de la vida se les dan a quien lo merece.

La vida no es tan absurda como creemos, lo bueno a lo bueno, y lo malo a lo malo. Si nos creemos buenos, y recibimos lo malo, entonces no somos tan buenos, de eso ya hable en mi artículo: “las cosas buenas le pasan a la gente buena y no al contrario”

Las mejores cosas de la vida solo están para aquellos que saben conseguirlas, y que tienen el suficiente talento y poder como para acceder a ellas. Muchos pueden amar a una mujer, pero solo el que supo conquistarla puede estar con ella, muchos pueden presentarse a un empleo, pero solo el que cumple con los requisitos, se queda con él.
Debemos aceptar la realidad, las cosas no se hacen solas, y si alguien está en la cima, es porque de cierta manera se lo merece, ya que si no fuera así; entonces el propio peso de sus errores lo haría caer.  Un multimillonario, con todo el dinero de este mundo, si no sabe hacer uso de él, en pocos años lo perdería.

En vez de buscar escusas, en vez de criticar a aquellos que disfrutan del fruto de sus esfuerzos, deberemos dedicar ese valioso tiempo, a buscar la manera de mejorar. Si no hacemos el intento, entonces no sucederá nada.

Las formas sucias de conseguir el poder.

Todos los seres humanos nos gusta el poder y sus frutos, pero no todos están dispuestos a hacer el esfuerzo que eso implica. Somos facilistas, siempre estamos buscando atajos para obtener rápidamente algo, sin hacer esfuerzo.

Lo más fácil de hacer siempre será decir mentiras y hablar mal de los demás.  Cualquiera es capaz de hablar cualquier cosa, puede prometer mucho, decir que es capaz de esto y de aquello y luego al momento de rendir cuentas, siempre habrá a quien echarle la culpa del fracaso.  Lo más fácil de hacer en este mundo es dañarle la fama a alguien, y muy difícil es construirla. Es difícil dar la vida y luego hacer que esta crezca; pero muy fácil es destruirlo y acabar con su vida en un segundo.

Miremos esto en un ejemplo; usted puede conocer a alguien de hace mucho tiempo, pero después riegan el rumor de que es un ladrón. Aunque él sea inocente, la imagen queda en la mente, y será muy difícil volver a confiar en él.  Destruir es muy fácil, calificar desde afuera es todavía más fácil.

Como nos engañamos para cometer todo tipo de abusos.

Curiosamente miramos con desprecio este tipo de actitudes, pero es sorprende la frecuencia con que todos las hacemos, ya sea en menor o mayor grado. Lo que sucede es que como dijimos en un anterior artículo, la máscara de autoengaño es muy fuerte, las mentiras que nos decimos a nosotros mismos son muy convincentes; pero en el fondo todos somos capaces de cometer tales actos, por la sencilla razón de que no somos capaces de conseguir las cosas a través del esfuerzo.

Es muy común escuchar cosas como estas: “Es que esto no es robar, ya que ese tiene mucha dinero y es muy egoísta, solo estoy tomando lo justo”, “ese tipo se merece que le hayan echado la culpa, quien lo manda a ser tan tonto, el mundo es de los vivos”, “esto es solo una pequeña mentira que no hace daño a nadie”   Esto son algunos ejemplos; pero hay muchas escusas y además muy sutiles.

Porque siempre queremos más y somos egoístas.

Como es de bueno tener poder, y mucho más bueno es tener más.  Somos inconformistas por naturaleza, si tenemos un par de zapatos, sufrimos porque no tenemos dos, cuando conseguimos el otro par, entonces sufrimos porque no tenemos el que está de moda, y si lo llegáramos a conseguir, nuestro sufrimiento estaría en que no tenemos lo suficiente para que case con cada tipo de ropa. El querer más es un instinto natural que nos hace progresar, sin este impulso, sencillamente ni el ser humano, ni las sociedades progresarían.

Hace poco alguien se me quejaba de todo el poder que tenía “El Papa”, y que todos esos lujos debería cambiarlos para darlo a la gente necesitada, a lo cual le respondí, que porque no empezaba el por regalar el computador, los videojuegos y la moto, a aquellos que en su comunidad estuvieran más necesitados.  A lo cual me respondió que eso no era lo mismo, y que en alguna ocasión había dado unos panes a unos necesitados.

Con esta anécdota quiero dar a entender, que es muy fácil decir que es lo que deben hacer los demás con sus vidas, pero muy difícil es hacerlo nosotros mismo, es muy fácil dar las sobras, siempre y cuando esto no implique ninguna incomodidad.  Quien es egoísta en lo poco, es egoísta en lo mucho. Por ejemplo usted tiene muchas camisas, y seguro se va a comprar otras más. Vaya por ejemplo al mejor almacén busque una camisa que a usted le gusto mucho, y luego regale; seguro nadie lo hace. Esto se debe a que “somos egoístas por naturaleza”, y eso ya lo explique muy bien en otro artículo.

También debe imaginar otra razón. Imagínese que un papa de un momento a otro dijera a todo el vaticano. Señores se nos acabo toda esta vida de derroche, vamos a dar todo a los pobres, y nosotros volveremos a hacer algo útil, a las parroquias de pueblo, a predicar la humildad, a renunciar a las comodidades de este mundo. Puede que el sentimiento de este sea bueno; pero que dirán los demás, que han vivido en la comodidad y que de un momento a otro, les tocará que tomar transporte público.  En nuestro artículo de: “porque las personas con poder mienten”, hemos hablado de todas las cosas que se manejan una vez se tiene el poder.

Porque el poder y el bienestar nos vuelve olvidadizos e indolentes

Cada día escuchamos de cosas terribles que suceden en el mundo, incluso a nuestro alrededor, y pocos son los que dicen: “voy a tomar acción”. Vivimos gran parte de nuestra vida en un estado de pasividad, esperando que alguien más, haga algo. Miremos un ejemplo de esa pasividad, por ejemplo los desechos de su casa. Usted sabe que separar la basura es importante; los vidrios van aparte del cartón, y aparte del contenido orgánico, además cada caja de leche o de mantequilla, usted la debe lavar bien, para que sea aprovechable como reciclaje. Pero muy pocos hacen eso, ya que el esfuerzo que eso implica es bastante, y puede ser que ese reciclaje da empleo a otros, que ayuda mucho a la naturaleza y no lo hace.

Hay que tener en cuenta que la realidad que vivimos moldea nuestro pensamiento y nos aparta de otras realidades. Por ejemplo, un hombre que ha vivido toda su vida en el monte, no puede entender la realidad de un mundo industrial. Un hombre que toda su vida ha vivido en la pobreza no puede entender los manejos del mundo del poder, y un hombre que ha vivido en el poder no es capaz de entender la sensación de sentirse frágil. Usted no puede entender aquello con lo que no está en contacto, y por tanto se aparta de ello.

Cuando se tiene poder, bienestar y comodidad, se entra en un estado de relación. Solo quien triunfa en las verdaderas crisis hace que tome consciencia, madure y se vuelva ejemplar. Un hombre en medio de la comodidad no suele decir, debo esforzarme bastante. Alguien por ejemplo empieza a valorar verdaderamente su vida y su salud, cuando sufre una enfermedad terminal, mientras que cuando tenemos salud, abusamos de ella con los trasnochos, malos hábitos alimenticios, falta de deporte, y toda clase de abusos, como si esta salud no se fuera a acabar. Cuando tenemos el poder, pocas cosas nos importa.

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