Todos sabemos que la confianza en sí mismo lo es todo, y esto se logra a través de tener una personalidad definida. Cuando sabes lo que quieres, lo que no debes hacer, entonces eres una persona que sus acciones son claras y están libres de las influencias y las circunstancias. La cuestión de los principios más que un asunto moral es un asunto de fortaleza interna.

Pensar a largo plazo lo que construyes en tu personalidad.

Muchos no caen en cuenta, pero lo que hacemos a diario nos está definiendo como persona. A la larga uno es como se acostumbre. ¿Qué sucede cuando te acostumbras a hacer cosas que a largo plazo te perjudica?, si te acostumbras a abandonar lo que empiezas, si te acostumbras a ceder a todos tus deseos, si te acostumbras a ser relajado.

Todo lo que hacemos a diario lentamente se va grabando en el subconsciente para luego formar parte de nuestra forma de ser sin darnos cuenta. Es decir que, si en algún momento nos acostumbramos a no terminar lo que empezamos, entonces empezamos a ver que las cosas no nos salen como queremos y no sabemos por qué.

Nuestra naturaleza facilista se vuelve en nuestra contra.

Por naturaleza el cerebro siempre está buscando economizar energía, y no suele pensar en las consecuencias a largo plazo. Esto hace que nuestras acciones busquen un beneficio inmediato. Es por eso que todo lo que hacemos está enfocado a cómo ganar ahora. Un ejemplo muy claro es respecto a la basura, no reciclamos por el esfuerzo que hay que hacer para separar la basura, pero no pensamos a largo plazo como eso dañará el aire que respiramos, el alimento que comemos y como el agua limpia será escaza y deberemos pagar más por ello.

Aunque bueno, eso no mata tanto al ser humano, no al actual, de eso ya se preocuparan nuestros hijos. La verdadera preocupación está en las cosas que definen la personalidad. Por ejemplo, la gente dice mentiras para escudar una falta rápidamente, porque ahora te salva de un aprieto, pero no se piensa a largo plazo en el que uno se acostumbra a escudarse en las mentiras, y por tanto pierde fuerza respecto a valores como la responsabilidad. Es mejor para uno mismo ser responsable que mentiroso.

La estructura de nuestra personalidad por encima de los caprichos. El autoconocimiento.

Y como dice el viejo y conocido refrán: “Quien no tiene principios no tiene fines”. Si no tenemos un punto de partida en nuestra personalidad, no tendremos un punto de destino en nuestra vida. Quien no tiene una personalidad definida se deja influenciar fácilmente por las mayorías y por las circunstancias. Las mayorías siguen algunos mecanismos errados del cerebro, y los paradigmas errados de la cultura, mientras que el camino de la consciencia de sí mismo es un camino individual, de autoconocimiento, porque las circunstancias que vive cada cual, no suelen ser parecidas a las de los demás.

No nos conocemos a nosotros mismos, no sabemos que queremos realmente, porque hacemos las cosas. Somos el producto de caprichos que tenemos en algún momento, de reacciones ante situaciones extremas. Y la personalidad que nace de los caprichos, de las situaciones extremas, no suele tener mucho éxito.

Al igual que el cuerpo físico tiene unos órganos, nuestra personalidad tiene unos órganos, unas emociones básicas, unos principios, que conforman nuestra forma de ser. De ahí se dice que alguien es estricto, es confiado, es sincero. Tenemos que conocer nuestra forma de ser, y definir unos nuevos principios más acertados que nos lleve al éxito.

La importancia de las reglas en una empresa y en la propia vida.

Hay una frase que dice más o menos: “las leyes fueron hechas para el hombre y no el hombre para las leyes”, es decir que las leyes existen por ayudarnos a nosotros, y no son una camisa de fuerza para castigarnos. Las leyes en sí mismo no son nada, y se pueden romper cuando quieran en tanto nuestras acciones estén por encima de esas leyes. Por ejempla hay unas norma de seguir un horario de trabajo, porque se supone que seguir horarios mejora la productividad, pero si eres capaz de ser más productivo sin seguir un horario, ¿qué necesidad hay de seguir esa norma?.

Aunque no nos confundamos, no nos la tiremos de libres y de personas que hacemos lo que nos da la gana, la mayoría de las personas no somos capaces de ser más productivos sin seguir un horario, así que deberíamos cumplirlo estrictamente. En una empresa hay unas normas que garantizan que el empleado dé el mejor rendimiento porque individualmente no somos capaces de hacerlo. Por ejemplo, hay emprendedores que creen que por trabajar de su cuenta pueden renunciar a los horarios, y resulta que terminan haciendo nada.

Nosotros al igual que una empresa, debemos establecer unas reglas de vida que no deben romperse, unas metas, unos cumplimientos dentro de unas fechas establecidas, unos presupuestos. Puede sonar aburrido, y es mejor llevar una vida relajada, desorganizada, sin tanta complicación; pero la verdad es mejor esforzarse cuando hay que hacerlo, para disfrutar de verdad cuando llegue la oportunidad de hacerlo. Debemos ser eficientes dentro de nuestra propia vida, para tener unos logros que nos permitan disfrutar de cosas que se parecen a nuestros sueños.

Principios en una sociedad de doble moral.

Como lo he hablado en artículos anteriores, las religiones nos trajeron grandes beneficios y también grandes perjuicios. El hombre se benefició de la religión en cuanto a tener un norte que controlaba los instintos, fue un buen bozal para ese hombre primitivo, pero coartó su individualidad. Ahora el hombre moderno busca ser individual, quiere que las acciones de su vida dependan de sus propias fuerzas y no de los favores de los dioses, aunque también deberíamos aprender lo que nos enseña la odisea, no hay que andar desafiando fuerzas que no conocemos.

Cuando una fuerza entra en decadencia, todo lo que se asocia a ella es desprestigiado. Entonces las cosas positivas que pudieron tener las religiones como el tema de los valores, es visto mal. Las nuevas juventudes están levantando con un rechazo hacia lo que signifique valores, buena moral, reglas, porque son sinónimo de opresión, que vienen de unas épocas donde todo era superstición; pero por otra parte les gusta pensar que son personas buenas, además los padres y la cultura grabaron en su mente estas filosofías, y entonces al final lo que se maneja es una doble moral. Es decir que las personas son muy estrictas con la moral de los demás, pero no les gusta que nadie les controle su moralidad, y quieren hacer lo que quieran. Por ejemplo, es un escándalo algún acto inmoral de alguien famoso, aunque en el fondo alguien en particular sea capaz de hacer cosas peores si alguien no lo viera o lo castigara.

Las religiones dejaron unos estándares muy altos respecto a la moralidad. Aunque tocaba hacerlo, o si no que alguien me diga si había otra manera de controlar a esas tribus salvajes que eran nuestros antepasados. El hecho es que esos ideales de perfección eran demasiado elevados, imposibles de cumplir para seres tan instintivos como somos los seres humanos, y lo cual llevo a las personas a engañarse a sí mismos, como lo hable en mi artículo: “La máscara de la personalidad” y “5 formas de autoengaño”. La mayoría de las personas nos creemos moralmente superiores que los demás, juzgamos duramente a los demás, pero en el fondo estamos llenos de fragilidades.

4 Principios morales para construir en nuestra personalidad.

De entre esos principios morales inculcados por las religiones hay algunos que deberían ser rescatados y ser incluidos en la personalidad. Son demasiado difíciles de cumplir, y quizás en una vida una persona no lo logre completamente ni siquiera uno de ellos, pero se debería hacer el intento por lo que eso contribuye a nuestro ser. Y digo que es difícil por tanto que hemos hablado en este blog acerca del estilo de vida moderno, de las distracciones, y de muchos factores más que estuve comentando en mi artículo: “5 razones por las que las personas nunca cambian”.

1.  Ser sincero.

El ser sincero es una de las cosas más difíciles que hay. En la cultura moderna se miente con tanta facilidad que es algo que nadie le pone atención. Nos mentimos a nosotros mismos, como lo hable en el artículo: “Porque no nos gusta que nos digan la verdad”. Le mentimos a los demás cuando no cumplimos con una responsabilidad. Es muy difícil ser sincero y decir a los demás: “me dio pereza hacerlo”, “no soy capaz”, “no entendí”, “no me esforcé lo suficiente”, y más bien decimos mentiras como: “no tenía los papeles a mano”, “el banco estaba cerrado”, “no sabía que era hoy”. Otra forma de mentir es aparentar lo que no somos, es decir mostramos que estamos de acuerdo cuando no lo estamos, sonreímos cuando no tenemos que hacerlo, somos muy falsos.

El ser sincero requiere demasiada fortaleza interna, para no importarnos el qué dirán, tener mucha fuerza para lidiar con las consecuencias de decir la verdad y mostrarnos como somos. Al ser tan falsos y mentirosos nos da la ventaja de salir rápidamente de las difíciles consecuencias de la verdad, y generamos la costumbre de evadir las cosas, lo cual a futuro genera una falsa percepción de la realidad. No se puede ver la verdad viviendo en las mentiras.

2.  Pensar en los demás.

Como lo hable en mi artículo: “Somos egoístas por naturaleza”, solo pensamos en nuestros propios beneficios. Nuestra mal llamada generosidad, no es más que aparentar que nos importa los demás cuando solo pensamos en nosotros, solo damos lo que nos sobra. Para usted es fácil entregar una camisa vieja que iba a botar, que entregar algo nuevo, como por ejemplo una camisa recién comprada, eso sí que es sacrificio por los demás. No queriendo decir que tenemos que entregar nuestra mejor ropa a los que no lucharon por ello, cada cual tiene que esforzarse, y de eso hable en mi polémico artículo: “Lecciones de los animales para sobrevivir”.

Ser generoso, nacería del hecho de que al menos no le quitemos a los demás. Hoy en día por ejemplo al hacer un negocio, queremos que los demás hagan más por menos. El fabricante quiere vender un producto de mala calidad por un alto precio, y el comprador quiere conseguir con poco dinero un producto de alta calidad. Además, entre más tenemos más queremos tener (nunca es suficiente). No es bueno acostumbrarse a ser egoísta, siempre querrás aprovecharte de los demás.

De las cosas más difíciles de este mundo es dejar de ser egoísta. Es muy duro desprenderse de algo por lo cual luchaste tanto, que te da la oportunidad al fin de obtener algo bueno, y que es tan difícil, para darlo a aquel que no hecho nada para merecerlo, pero que no ha tenido las mismas oportunidades y talento. El problema está en que todos necesitamos de todos, y la infelicidad de los menos favorecidos tarde que temprano nos afecta, ya sea en forma de violencia, de mendicidad. Todos necesitamos de todos, y entre todos debemos ayudarnos.

3.  Responsabilidad.

Los antiguos tenían un sentido de la responsabilidad muy marcada, deberíamos aprender de culturas antiguas términos como el honor, la lealtad. Eso ya a nadie le importa, y eso está perjudicando mucho nuestra personalidad, como ya lo hablé en mi artículo: “la importancia de tener palabra”. Somos muy torcidos, a cada rato incumplimos, rompemos promesas, abandonamos antes de tiempo.

El acostumbrarse a ser incumplido e irresponsable hará que con el tiempo no logremos nada, siempre sucederá algo para que no cumplamos. Entonces la persona pensará que quiere lograr muchas cosas y no podrá cumplir con esa expectativa. Se acostumbró a incumplir.

4. Respeto.

El respeto es otro de esos difíciles principios de cultivar, por la sencilla razón de que no somos capaces de respetar a quien no inspira respeto. Por instinto siempre buscamos someter y aprovecharnos de los más débiles, y no

les prestamos importancia. Hoy en día el respeto es algo que se gana, no es algo con lo que se nace.

Despreciamos y nos burlamos de los demás de una manera desmedida. Nos burlamos de las creencias diferentes a las de nosotros, nos burlamos de los errores, debilidades e infortunios de los demás. Es decir, es muy difícil no hacer chistes de gordos, de orejones, etc. Todo mientras no nos toque el pellejo. El orgullo propio es de los sentimientos más fuertes que hay, ya que es uno de los pilares de la seguridad que pueda tener la persona. Cuando la persona pierde la seguridad, entonces no intentará cosas, porque creerá que no puede lograrlo. No hay impacto más fuerte que una persona insegura de sí misma.

El respeto es algo que va más allá. Por ejemplo, si alguien compró algo, y lo puso en la nevera, es respetar no consumir aquello que el otro consiguió. Si alguien no está presente, se debería respetar su ausencia para no decir cosas en contra de una persona que no está para defenderse. El acostumbrarnos a irrespetar a los demás, hace que con el tiempo lastimemos a otros y no nos demos cuenta.
Foto vía: Nathan O´Nions