Si hay algo de lo que todos sufrimos es de agresividad y de intolerancia, salvo aquellas personas que están en el otro extremo, que permiten el abuso y la manipulación de sus personas. Hoy nos concentraremos de aquellos casos donde no podemos sacar de nuestra mente una ofensa y esta crece de manera desproporcionada hasta el punto que no somos capaces de manejarla.

Como se forma una ofensa en nuestra mente.

1. Las ofensas reales y las imaginarias.

En nosotros tenemos un mecanismo natural de autodefensa en contra de todo tipo de agresiones.  Esto es importante, nos indica que algo anda mal, y que debemos tomar decisiones para que esto no ocurra.  Todo tipo de referencia en contra de nuestra persona, impacta nuestra personalidad aunque no lo parezca, como cuando se refieren a nuestro físico, a nuestras capacidades, simplemente el sentido de propia valía y autoestima no lo permite, por lo menos a nivel inconsciente. Todo eso llega, y nuestra mente empieza a formar una reacción, algo para defenderse de eso.   Si la persona que nos ofendió es alguien con quien compartimos muchas cosas buenas, entonces esto compensara la ofensa y será fácil pasarla por alto.

Muchas ofensas las imaginamos nosotros, todo depende de nuestra salud mental. En el caso de que fuéramos unos resentidos sociales, prácticamente todo acto de un hombre con mejores condiciones que lo puede ofender, también puede suceder que alguien se vuelto paranoico, debido a que en el pasado fue víctima de toda clase de abusos, y así puede haber generado mucha prevención. Este estado puede generar unas ofensas imaginarias.

Existe otra categoría, y es cuando los actos de los demás nos ofenden indirectamente, lo más común son las diferencias religiosas (creyentes vs ateos), políticas (capitalistas vs socialistas), e incluso en diferentes tipos de aficiones musicales, deportivas. Esto se debe a que las ideas que nos apropiamos pasan a formar parte de nuestro territorio mental, y toda corriente adversa digamos que atenta a nuestro territorio de ideas. Nos aferramos a nuestras ideas porque las consideramos buenas.

2. Nuestro dialogo mental que hace que otra persona se nos hace insoportable.

La ofensa ya ha quedado en nuestra mente, la semilla ha sido sembrada y quien la emitió se convierte en alguien molesto, ofensivo y hasta en nuestro enemigo, automáticamente todo lo que haga nos parece mal, y todo es malo porque si, o porque no.

Si nos saluda es malo, porque pensamos que nos está intentado comprar, y si no nos saluda también es malo, porque pensamos que es un arrogante que no saluda a nadie.  Si dicha persona es participativa entonces nos ofende a un más porque lo consideramos alguien que solo quiere llamar la atención, pero si por el contrario no participa, entonces nos ofende por que no colabora en nada.

Otra cosa que sucede es que empezamos a recordar todo lo  malo que ha hecho, y todos los defectos que tiene.  Nos acordamos de aquella vez que peleo con alguien, o cuando falto a la reunión,  caemos en cuenta de lo mal que viste, de la forma en que camina, etc. Así gradualmente vamos envenenando nuestra mente hasta que se nos hace insoportable su presencia.  Esto es el efecto contrario al enamoramiento, en donde la otra persona cada vez la vemos más maravillosa, mientras que en este auto-envenenamiento, la otra persona se nos parece cada vez más al diablo.

3. Como el rencor va a afectando el carácter y la salud.

Ya estamos envenados, y no soportamos a la otra persona, pero no se lo decimos sencillamente porque no queremos entablar una enemistad con alguien, o porque estamos en el trabajo y no es bueno tener enemistades, o porque nos da pena llamarlo a un lado, confesarles que nos sentimos agraviados y decirle que queremos solucionarlo.

No solemos darle solución a los sentimientos de enfado, y esto se fermenta en nuestro interior, envenenando no solo nuestra mente, si no también nuestro cuerpo. Sabemos que una cantidad de corrientes eléctricas y órdenes son enviados desde nuestro cerebro a todo el cuerpo, y según su naturaleza afecta el estado del mismo y la salud.

Todo ese rencor y rabia acumulado afecta nuestro carácter, nos vuelve muy sensibles prevenidos, y con una muy mala actitud. Entonces nuestra personalidad cambia de alegre a malgeniada, intolerante y agresiva.

Es de común conocimiento el asocio que hacen del cáncer con el rencor, y también los problemas de colon, del corazón y las ulceras como efectos secundarios de las rabias.  Se han conocido casos de personas que por rencor rebajan muchos kilos y se les cae el pelo.

Como transformar los sentimientos de enojo

1. Medir el tipo de intensión y además las cosas buenas de la otra persona.

Debemos tener en cuenta que nadie es perfecto, ni nadie vive pendiente acerca de cómo sus actos va a afectar a otros. No podemos estarnos ofendiendo por cada cosa que dice o hace alguien, no podemos ser tan paranoicos.  Si esto fuera así, entonces nadie nos toleraría a nosotros, ni seríamos capaces de convivir con alguien.

Debemos mirar el tipo de actitud que nos ofende, y analizar si vale la pena echar una relación por el piso, por una simple cosa que nos molestó. Debemos analizar que otras virtudes tiene la otra persona, y mirar en qué medida compensa las cosas malas que tiene. El hecho de que alguien se nos hace intolerable es porque solo pensamos en las cosas malas y no en todas las cosas buenas que pueda tener.  Una visión completa e imparcial, hace aminorar el enojo.

2. Quien fue el origen del conflicto debe de buscar la solución.

Es importante medir que fue lo que originó una discusión, o que fue lo que nos produjo el resentimiento.  Si fuimos los culpables, entonces debemos comprender la reacción de la otra persona, y ser más bien nosotros lo que debemos corregirnos. No podemos pretender que en las discusiones con los demás somos los únicos inocentes.  Es muy probable que seamos el origen del conflicto y si se generó una ola de agresiones, entonces también debemos ser el origen de la solución.

Aceptemos nuestra responsabilidad, no evadamos las consecuencias de nuestros actos, seamos adultos y maduros como para tener la suficiente endereza de aceptar que nos equivocamos y que la otra persona puede tener una natural reacción en contra de nosotros. Aprender aguantar el natural enfado de la otra persona es nuestra responsabilidad. Por supuesto no debemos dejar que el otro abuse.

3. Las personas inteligentes deben actuar como tal.

Igual a como sucede cuando un adulto se enfrenta a un niño, del mismo modo una persona de mayor consciencia debe saber manejar el comportamiento de una persona enferma emocionalmente, inmadura y necia.  Debemos ser capaz de medir si dicha persona no es capaz de cambiar, si nos está perjudicando, si hay manera de llegar a un acuerdo, si hay alguna solución.

A partir de esto, tomaremos la decisión de alejarnos, o hacerle caer en cuenta de la situación, o aguantarnos, o ser muy firmes con él, etc.  Una persona inteligente es el que piensa antes de actuar, y sabe que no todas las situaciones y personas se pueden manejar de la misma manera.  Y que tampoco puede reaccionar como un salvaje o como un niño reaccionaría. Cuando hemos elegido conscientemente cual es la mejor manera de proceder, entonces nuestro enojo también desaparece.

En conclusión.

La clave del enojo esta en nuestros pensamientos, si somos conscientes de ellos, si reflexionamos acerca del origen de dichos enojos, y si además buscamos conscientemente una solución, entonces seremos capaces de transformar nuestra ira. Así, el enojo cumplirá su respectiva función de alertarnos de algo, y no se convertirá en algo que nos maneje y perjudique nuestra vida.

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