Gran parte de nuestras acciones obedecen a impulsos de hacer algo que nos produce cierto deseo e interés. Son muy pocas las veces que reflexionamos sobre las verdaderas consecuencias de nuestros actos; así que a causa de esto siempre viene el lamento de porque hicimos lo que hicimos. El aprender a conocer el origen de nuestra impulsividad, y el reflexionar más sobre nuestros actos, es la mejor manera de vivir situaciones que se ajusten a lo que queremos ya que la acción nacerá de algo que hemos decidido y no de un impulso irreflexivo.

El origen de nuestras impulsividades.

Un impulso es una acción que se hace sin pensar, por ejemplo si andamos por la calle y nos resbalamos, lo primero que hacemos es poner las manos para detener el choque. Esto es algo que no se reflexionó, sino que simplemente se hizo. Lo mismo sucede con muchas de nuestras conductas, como el huir al sentir algo peligroso, el agredir a alguien que nos ofende profundamente, el reír ante un suceso que sea muy cómico, el sentir pesar por alguien desafortunado, etc. Los impulsos son mecanismos primarios que hace que los animales ejecuten una acción de manera automática. Un animal busca alimento porque siente hambre, ataca si siente amenazado, y entre menos este desarrollado el cerebro más impulsivo es. Por ejemplo un cocodrilo ante alguien que pasa por su lado lo primero que hace es atacarlo, mientras que animales con un cerebro más desarrollado, como ciertas especies de simios, utilizan herramientas o hacen alianzas para atacar a un enemigo o a una presa.

En el ser humano aparte de los instintos primarios, tiene muchos impulsos que nacen de conductas aprendidas. Por ejemplo, alguien como mecanismo de defensa aprendió desde muy pequeño a decir mentiras para poder evadir responsabilidades, y ahora de adulto ni es consciente ni tampoco puede evitar el decir mentiras para todo. La cantidad de impulso hacia algo es en la medida del deseo y el placer que nos produce ese algo. Entre más placer nos produce, más irrefrenable es la conducta y más vicioso y adictivo se vuelve. Un cigarro, un serie de televisión, la comida chatarra, el celular, los vídeo juegos, el internet, la lectura, y hasta cosas como el chisme, el abuso de poder, etc. En general, cualquier cosa que nos genera sensación, satisfacción y placer, hace que lo volvamos a hacer, convirtiéndolo en una costumbre. Hay buenas y malas costumbres. Una buena costumbre es la que desarrollamos conscientemente. Una buena costumbre se vuelve mala cuando no somos capaces de controlarla.

El ritmo de vida nos vuelve impulsivos. Somos más inteligentes pero menos conscientes.

No cabe duda que hoy en día el ser humano es muchísimo más inteligente que antes, dado que tiene acceso a una cantidad de información a través del internet, se enfrenta a cada instante a toda clase de retos que exigen de si el tomar las mejores decisiones en un instante, e interactuamos mucho con quienes nos rodean mucho más de lo que hacíamos antes. Pero este mismo ritmo de vida tan intenso deja muy poco espacio a la reflexión, haciendo que muchas veces no pensemos muy bien lo que hacemos. Supongamos que usted leyó un libro para manejar el stress, y se dice a si mismo que va a ser muy positivo y tranquilo; pero a lo largo del día se le olvida que debe asumir dicha actitud, y no termina haciendo nada. Lo más probable es que le cuando veas a alguien estresado, le recomiendes unas técnicas, y le dirás que se relaje; pero cuando vives dicha situación, se te olvidará aplicarlo.

Tal vez estamos creciendo en inteligencia; pero no en consciencia, y por eso la inteligencia que desarrollamos es producto de la presión de las circunstancias, lo cual hace que actuemos de una mejor manera para el momento; pero no pensamos en las consecuencias de los actos. Por ejemplo alguien es muy bueno haciendo ventas; pero no tiene buenas relaciones con sus compañeros y familiares. Desarrollo una inteligencia para hacer negocios; pero no tiene una capacidad para mirar a nivel global como esta su vida y que puede hacer para mejorarla. Esto requiere sabiduría. Por otra parte esa venta que realizo la hiso para ese instante; pero no reflexiona si a futuro este cliente puede ser alguien que le traiga problemas. A esto me refiero con que desarrollamos inteligencia pero no consciencia.

En la actualidad y dado los conocimientos que se tienen de la conducta humana, se domina al ser humano por el placer. En tiempos antiguos la mejor forma de dominar a los demás era a través del miedo, en sociedades antiguas se apelaba a la ira de los dioses para poder dominarles, esto de cierta manera era beneficioso, ya que por ejemplo alguien no robaba porque tenía miedo al infierno. Pero dado la perdida de las creencias, ya se recurre al placer como forma de dominio. La promesa de una mejor calidad de vida es el gancho con que muchas sectas y grupos religiosos atraen a sus seguidores, los libros que prometen la última técnica para mejorar la vida atraen de inmediato, las multinacionales nos ofrecen productos que van a hacer más placentera nuestra vida, y los lideres ya no ofrecen castigo de dioses, si no grandes promesas de un mundo mejor. Vivimos entonces inmersos en una gran cantidad de cosas que nos ofrecen mucho bienestar y luchamos impulsivamente por conseguirlas.

Las consecuencias de vivir impulsivamente, instintivamente.

Vivir impulsivamente es vivir de acuerdo a la costumbre y capricho del cuerpo, es decir que si pasamos por un lugar y nos dio antojo de algo, entonces lo compramos, si alguien nos agrede entonces lo insultamos en el mismo instante, si el cuerpo perezoso no quiere hacer una tarea, entonces no se hace, si quiere dedicarse a auto compadecerse y a deprimirse entonces lo hace, si alguien nos ofrece un producto que nos dará mucho placer, entonces lo conseguimos, etc. Este tipo de actitud en donde los instintos y deseos del cuerpo y la costumbre gobiernan las acciones, es un estilo de vida más animal, ya que no hay participación de la mente. Eso estaría bien si viviéramos en una sociedad donde la ley del más fuerte impera; pero en el mundo humano se premia la inteligencia y se castiga el instinto. Se premia al hombre inteligente que con su elocuencia se supo ganar a los de su alrededor, y se castiga al que a la menor ofensa reacciono golpeando al otro. Vivimos luchando para conseguir las cosas que nos darán todo el placer, eso ha generada una inteligencia para el logro, pero no para saber vivir. Aunque de cierta manera el dinero nos da acceso a una cantidad de cosas que nos dan bienestar y placer, y con dinero es más fácil olvidar las ofensas, y olvidar los defectos, no siempre será la solución para todo.

Esto nos trae una paradoja, para conseguir dinero se necesita fuerte voluntad e inteligencia, y muchos la tienen, pero viene el asunto de que no se desarrolla la consciencia, ni la sabiduría, que son tan necesarias para una vida feliz. Así que todos irrefrenablemente luchamos por tener más, sacrificando la tranquilidad, a veces la salud, las buenas relaciones con quienes nos rodea, el conocernos internamente, cosas que hacen una experiencia de vida más bien vivida. Cada día vivimos ahogándonos en una cantidad de cosas que nos ofrecen placer, lo cual vuelven irrefrenables nuestras acciones, y poco queda a la reflexión, a la planeación y a la consciencia. De este modo actuamos primero y pensamos después en las consecuencias. Nos acostumbramos todos los días a comer algo sabiendo que eso nos engorda, o nos produce problemas estomacales, y no somos capaces de controlarnos, y no ejecutamos la acción más beneficiosa como hacer deporte. Nos dedicamos a leer y leer libros y no separamos un espacio para relajar la mente, etc. Esto sin hablar de las obscuras e inconfesables pasiones, que ahogan nuestra alma y entristece el espíritu. Finalmente todos estos actos incontrolables son los que hacen lamentarnos después. Todo esto nace entonces de no ser capaz de controlar nuestras acciones.

La reflexión para manejar los impulsos.

El impulso es importante porque nos salva de situaciones que no dan tiempo para pensar. No todos los impulsos son malos, ya que algunos de ellos nos dan rapidez suficiente para cosas que requieren acción inmediata. Si nos pasáramos la vida reflexionando entonces seríamos muy lentos, parecidos a una computadora que se queda como bloqueada. El impulso tiene sus cosas buenas, y es mucho mejor cuando nace de costumbres que fueron tomadas conscientemente, y no por reacción. Ahora bien, la mayoría de las cosas si necesitan pensarse antes de actuar. Esto es algo a lo que no estamos acostumbrados. Es importante disminuir la mecanicidad y aumentar la consciencia. Cojamos la costumbre de al sentir un impulso de hacer algo que suele perjudicarnos, nos detengamos un momento, pensemos en las consecuencias de ese acto, como va a perjudicar nuestros propósitos. De este modo con el tiempo seremos capaces de tener más consciencia de lo que vamos a hacer y esto ira frenando la impulsividad.

Controlar conductas impulsivas para el logro de propósitos.

Todos tenemos en nuestra mente un modelo de vida que es el que consideramos es el que nos va a dar la felicidad, para aplicar ese modelo se deben seguir unos rumbos, unas costumbres que nos acercan a ese ideal. En la medida que más nos dediquemos a ello, entonces más cerca estaremos de lograrlo. Hace poco escuche una historia de una joven que gano la medalla como la mejor nadadora, y al llegar a la casa su padre le dijo que ese era el premio a su disciplina diaria de levantarse todos los días temprano a practicar. Eso mismo pasa en nuestra vida, si seguimos las costumbres que nos acercan a nuestros propósitos, terminaremos por lograrlos. En nuestro ejemplo si esta joven se hubiera dedicado a hacer caso a lo que el cuerpo le decía de quedarse durmiendo más, entonces no lo hubiera logrado. Mucho de nuestro tiempo está dedicado a cosas de poco lucro a nuestros propósitos, mucho tiempo dedicado al entretenimiento y al relajo, que vuelve nuestro cuerpo perezoso, y la mente se llena de cientos de deseos que requieren pronta satisfacción. Si usted tiene un propósito dedíquele más tiempo y sacrifique algunas actividades de entretenimiento.

Eso sí, sin exagerar que el cuerpo también necesita respiro. Finalmente esa mente impulsiva que se mueve de un lado a otro, debemos dominarle tal y como hace alguien que monta a caballo, que le frena antes de hacer algo que no debe, y que si quiere ir corriendo para donde no es el camino, entonces rápidamente le domina, y lo vuelve hacia donde debe.  Si nuestra mente empieza a saltar de un lado a otro, y a generar impulsos hacia cosas que nos separan de nuestros propósitos, entonces procedamos a frenarle y a ubicarla en donde debe estar.  La mejor manera de dominar a esa mente impulsiva es que nuestra consciencia sea mas fuerte que nuestra parte mecánica, y para ello debemos dedicar más tiempo al trabajo sobre nuestra psiquis.

Foto vía:   brtsergio