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Seguramente de las cosas que más estrés nos produce dentro del ambiente laboral, a parte de la cantidad de trabajo que se tenga, es el de las relaciones con otros compañeros de trabajo.

Nuestro bienestar y gratas relaciones con quienes nos rodean dependen mucho del respeto que nos tengan y del nivel de influencia que tengamos en dicho ambiente.  Quiero aclarar que dicho respeto, nace de la admiración y no del miedo.   Primeramente hablaremos de esas actitudes que nos hacen perder el respeto de los demás y por tanto el nivel de influencia, y luego hablaremos de cómo ganar dichas virtudes.

Actitudes que no debemos permitirnos en un ambiente laboral.

  1. Preguntar demasiado y falta de iniciativa.

Cuando entramos por primera vez a un trabajo, de seguro tendremos muchas dudas, nos sentimos nerviosos porque hay cosas que no sabemos.  Así que debemos de preguntarles a nuestros compañeros para poder aprender. El inconveniente surge cuando nos pasamos de hacer preguntas, eso muestra falta de aprendizaje e iniciativa.

La falta de iniciativa se asocia a la falta de talento, y por tanto floja e incapaz, de esto también empieza a surgir de que nadie cree en ti, lo que inevitablemente hace pensar que eres muy propenso a cometer errores.  Cuando nadie cree en ti, eso se siente, y se suele terminar siendo una persona nerviosa y por tanto propensa a cometer errores.

Debemos desarrollar desde el principio la habilidad de solucionar los problemas por nosotros mismos, y si tenemos dudas es preferible que utilicemos un buscador de internet y aprendamos del tema, o leamos un libro, o le preguntemos a alguien que no esté precisamente en el sitio de trabajo.  Entre mejor preparados estemos, menos posibilidades habrá de cometer errores.

  1. Encargarse de las tareas pequeñas o de bajo nivel.

Por supuesto que uno tiene que empezar por cosas de acuerdo a sus capacidades, pero no nos podemos quedar mucho tiempo en ese lugar, y prontamente deberemos avanzar a otro nivel.  Cuando nos acostumbramos a hacer cosas pequeñas, entonces no seremos capaces de crecer, y por tanto siempre estaremos sometido a lo que otros digan.

Cuando alguien está acostumbrado a mandar sobre nosotros es inevitable que en algún momento cometa abusos, o que nos pongan a hacer las tareas más incomodas, o que nos echen la culpa de que algo haya salido mal.  Esto se debe a que cada quien vive con la mente ocupada en tantas cosas, que es muy poco el espacio que alguien separe para pensar sobre cómo se sienten todos los que conoce.

Cuando nos acostumbramos a hacer tareas segundarias, nadie las va a valorar, debido a que se consideran cosas sin importancia, y esto inevitablemente lo asocian a nosotros, debido a que son las obras las que hablan de las personas.

  1. Alabar demasiado a otros.

Es inevitable sentir simpatía por quien dice algo bueno de ti, después de todo, todos tenemos un ego sensible.  Dar un alago sincero a alguien en el momento adecuado nos abre muchas puertas, pero podemos inconscientemente acostumbrarnos  a depender de ello para ganarnos a los demás.

Esta actitud puede en algún momento hacer que todo se vuelva en nuestra contra.  Ya que el alagado suele llenarse de confianza, el ego se le infla y por tanto a la larga se considerara mejor que tú, después de todo está cansado de escucharlo de ti.

Es preferible que los halagos vengan hacia ti, y no al contrario. Más bien, que el alago sea hacia personas de menor influencia, cuando hacen algo bien, esto te muestra como una persona sencilla y cercana.

  1. Poner problema por todo.

Si bien esto es importante, ya que esto hace caer en cuenta de muchas cosas que normalmente a nadie se le pasa por la cabeza, es mejor que de esa función se encargue alguien más, y no nosotros.

Normalmente el poner problema por todo, el quejarse de todo, hace que la mente pierda la capacidad de buscar soluciones, de adaptarse a las circunstancias, de mejorar. Ya que el espacio de tiempo que pudo haber dedicado a buscar una solución la ocupo quejándose.

Por otra parte la persona problemática, genera cierto grado de distancia, ya que nada le parece bien, y seguramente lo que nosotros le ofrezcamos tampoco. Las personas problemáticas son asociadas a problemas.

4 Actitudes que dan influencia y respeto.

  1. Ante el caos conservar la calma.

Es inevitable que en la vida sucedan altibajos, eso no lo puede contralar nadie.  De la forma que asumamos un problema depende que este se convierta en algo grave o que se vuelva algo de lo que salgamos más fuertes.  Las personas que ante el más mínimo conflicto se descomponen, o ante una alegría no saben controlarse, dichas personas no inspiran confianza, dan la impresión de que viven llenos de problemas, de que si se le asigna una responsabilidad ante el más mínimo tropiezo va a salir corriendo.

Una persona que conserva la calma en todo momento, da la impresión de que esta enseñado a todo tipo de situaciones, y por tanto sabe más.  En una mente llena de caos no da espacio para pensar en soluciones, de esta la único que salen son errores, mientras que una mente serena se puede enfocar en la solución, en saber medir las cosas para que todo salga de la mejor manera.

  1. Ten alternativas para todo.

Por supuesto conservar la calma es algo que se pronuncia con mucha facilidad, pero que a la hora de aplicarlo es algo difícil.  La mejor manera siempre será contar con opciones y con puntos de apoyo.  Sin estos factores te vuelves inseguro, y además puedes ser manipulable.

Uno no puede andar en la vida con una sola opción, y menos que nuestra vida gire alrededor de esta.  Si esa opción llega a fallar entonces toda nuestra vida falla.  Siempre es bueno tener otro as bajo la manga.  El saber que hay algo más que nos puede aguardar cuando todo llega a fallar, hace que nuestra mente ya no la ocupe el miedo y se pueda pensar con claridad.

  1. Saber argumentar de tal modo que otros sigan nuestras ideas.

Cuando seguimos las ideas de otros, nos tenemos que acomodar a sus condiciones, y tenemos que hacer cosas que no nos gustan, mientras que al hacer valer nuestras ideas, y que estas sean las que se sigan, tendremos todas las ventajas, ya que cuando todos jugamos según nuestras propias reglas, entonces todo es más fácil y siempre llevaremos la delantera.  Lo realmente difícil es hacerlas valer.

La validez de una idea no se asume por su contenido si no dependiendo de quién lo diga y como lo diga.  El prestigio siempre precede las acciones de alguien, y hace que por defecto todo lo que diga sea bueno, sin importar si realmente lo es.  La mejor manera de destacar una idea a pesar de las circunstancias, es decirla con seguridad y argumentos.  A veces la mayor de las mentiras dicha con una pasmosa seguridad es más fiable que la mayor verdad dicha con inseguridad.  Esto se debe a que asumimos la realidad a través de nuestra mente, y la mayoría de los conceptos que tenemos de las cosas, se deben a otros conceptos, y no a cosas que hayamos vivido, total que a la larga cualquier cosa que nos digan y que se acomode a nuestros preconceptos y que venga de algo que parece fiable, la asumiremos como verdad.

Para que nuestras ideas sean tomadas lo importante es decirlo con seguridad, y esta solo viene del dominio de las cosas.  Para ello hay que estar mejor preparado en el tema que los demás, de tal modo que no de espacio a ser refutado y que más bien parezca viable.

  1. No dejar meter las manos.

Si bien es importante escuchar las ideas de otros, no siempre se deben de tomar con mucha importancia.  Está claro que todos tienen buenas ideas y que la aplicación de estas puede ayudar a muchos, así que habrá momentos para darles oportunidad a que se desarrollen.  Pero no debemos dejar que esto se vuelva costumbre, ya que a medida que las buenas ideas de otro van cogiendo fuerza y el otro también, nosotros iremos perdiendo confianza y prestigio.  Nadie cree en alguien a quien se le puede decir que es lo que puede hacer, además de que empezaran a coger confianza y podrán decir que algo está mal, o que no les parece, y con ese solo hecho el proyecto pierde fuerza.  Además de que esto hace que un proyecto coja cursos insospechados.

Esa es la razón por la que la oposición a una causa lo vea y lo presente todo como malo, y que el que dirige la causa, considere como invalido los argumentos opositores.  Esa es la razón por la que cada religión dice que tiene la verdad, si dijeran que hay cosas validas en otras partes, entonces pierden la confianza y la pasión que pudieran tener sus creyentes. La mejor manera a veces de hacer valer una idea es considerar que la otra no tiene ninguna validez.  Pero no es este el camino que debe tomar alguien realmente fuerte.

Nuestra sugerencia no es la de desmeritar las ideas de otros, si no la de hacer más válidas las nuestras, y para ello debemos prepararnos más.  Es bueno que cada cual haga valer sus ideas, eso nos sirve a todos, pero que lo hagan en sectores y espacios que ellos mismos hayan creado, y no a través de canales creados con esfuerzo por nosotros. Porque buenas ideas las tiene cualquiera, peor muy pocos la aplican. Para ilustrar lo perjudicial que es dejar intervenir a otros, es si no pensar en cómo algunos matrimonios se daña debido a que la suegra interviene en todo.

  1. Tomar la iniciativa y la ventaja.

Hay un sano temor hacia lo desconocido, esa en la mejor manera de cuidar de que algún imprevisto no nos arruine.  Por eso el que da el primer paso hacia un proyecto nuevo, es de cierta manera valiente, y se coloca a la cabeza de los demás.   Necesariamente cuando hacemos algo de primero, hace que los demás recurran a nosotros, y esto favorece hacer valer nuestras ideas. Cuando nos acostumbramos a ver como otros toman la iniciativa, nos acostumbramos a vivir según la influencia de los demás, según las circunstancias y esteremos llenos de situaciones que no somos capaces de controlar.  La mayor ventaja de colocarse al frente de algo, es que puedes manejar fácilmente el desarrollo de las circunstancias, de que las cosas sean a tu manera.

Lo principal en todo es la confianza en sí mismo.  De seguro que sentimos temor ante algo nuevo, pero los demás también lo sienten aunque no lo manifiesten.  El temor que más recurre en nuestra mente es que quizás puede llegar a salir todo mal, y que seamos el centro de las críticas de los demás, pero por eso debemos aceptar que podemos perder. Todos fallamos alguna vez, y andar por la vida creyendo que vamos a pasar en limpio sin que nada nos suceda, es un autoengaño.

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