Quizás de los comportamientos subconscientes que más influye en nuestra vida, es el de negarnos a vivir nuevas experiencias.  Por una parte queremos cambiar, vivir nuevas cosas y que nuestra vida sea más emocionante, pero no nos atrevemos a hacer nada.  Total, el sentimiento queda reprimido, y los años pasan en medio del aburrimiento.

Si bien aprender a decir no, es importante para evitar cosas perjudiciales; el aprender a decir si, es el único medio para avanzar y evitar el estancamiento.  Hay muchos factores subconscientes responsables de esa negación a la vida, de escapar a vivir toda clase de experiencias.  Miremos algunas.

LAS CAUSAS DE UNA VIDA RUTINARIA

1. El miedo a lo nuevo.

Existe un factor común a todos, es el miedo a lo desconocido. Este miedo evita que vivamos nuevas experiencias.  Ese miedo nos dice que no tenemos tiempo para cosas nuevas, que nos costaría mucho dinero, que de pronto quedamos mal, que seguramente es peligroso, que ahora no es el momento.  De ese modo, el tiempo pasa entre esas luchas mentales, y cuando queremos hacer algo, ya es demasiado tarde.

Pensemos en el caso de que cuando alguien nos gusta, pensamos que mejor no nos acercamos, porque de pronto me puede rechazar, que nada va a llegar a pasar, que de pronto tiene a alguien más, y una cantidad de obstáculos mentales. Todas esas negaciones están en tu mente, nada de eso es probable que pase, no lees el futuro, y solo se puede saber la realidad, si la vives. Otra ejemplo es cuando nos invitan a un paseo muy divertido, y decimos que no.  Mentalmente sacamos escusas para no vivir esa experiencia. Nos decimos: es que va a ir Carlos, o Juliana, o es que queda muy lejos y tengo que hacer otras cosas.  A la larga lo que terminamos haciendo es encerrándonos en nuestra pieza, a chatear, ver televisión y fumar.  La típica rutina de una persona sedentaria.

2. La posición de confort en la que nos encontramos.

Nos gusta las experiencias nuevas, lo que no nos gusta es el esfuerzo que implica desplazarse a otro lugar, y también está el miedo a lo desconocido. Así que preferimos quedarnos en nuestra zona de confort.

Esa pereza no es más que la manifestación de la rutina, estamos tan acostumbrados a esta, que ya toda actividad, todo esfuerzo nos molesta, preferimos quedarnos quietos, no hacer nada, preferiblemente que las cosas se hagan por si solas. Esta inactividad es peligrosa para nuestro organismo, cuando nos acostumbramos a vivir de ese modo, nuestro pensamiento y nuestra vida se vuelve estéril.

Por este camino, vamos cogiéndole pereza a cada cosa en la vida, evitándonos la posibilidad de aprender y mejorar. Por ejemplo;  Si nos ofrecen un nuevo cargo, eso implica nuevos problemas, lidiar con más gente, llegar más tarde a casa, más estrés, aguantarse al jefe; “no, que pereza”.   Así le decimos a cada cosa, y detrás de cada cosa puede haber una oportunidad que estamos desaprovechando.

3. La moral y el qué dirán.

Ya hemos visto como las decisiones grupales influyen en nuestros comportamiento, a esto sumémosle la cantidad de miedos y negaciones que nos infundieron cuando niños.  Esto y lo otro es malo, eso no es bueno, eso es muy atrevido, eso es peligroso, eso es dañino, etc.  Todas esas cosas nacidas de personas llenas de miedos y conformistas, que aunque en ciertas cosas tienen razón, la mayoría de ellas es producto de sus propios miedos y zonas de confort, Todas esas negaciones a un nos persiguen en cada una de nuestra decisiones.

La moral es importante ya que de cierta manera establece un orden social. Pero por lo regular esta moral nace de personas llenas de profundos miedos interno.  Además nadie ha llegado al culmen de la sabiduría y de la verdad para atreverse a calificar tales cosas como buenas o como malas.  Si casi nadie es capaz de solucionar su propia vida, con qué cara debe decirle al otro como debe vivir la suya. Un moralista se preocupa más por lo que hace los demás, que por mejorar su propia vida.

Vivimos en una sociedad con doble moral, en la que los actos de los demás nos escandalizan, pero los propios desordenes internos a los que no le ponemos cuidado, los justificamos y los vemos bien. Esto es tan común, y de ahí los profundos problemas de intolerancia, en donde somos los únicos buenos (junto a aquellos que piensan como nosotros) y todos lo demás y la sociedad esta corrompida. Nadie piensa que el corrupto puede ser uno mismo.

Es entonces la fija mirada del moralista la que sentimos encima cuando vamos a hacer algo, y a la final no terminamos haciendo nada. Aunque en ciertas cosas pueden tener razón, no podemos vivir de las opiniones de los demás, ya que somos los únicos responsables de nuestra vida.  Debemos hacer los actos por consciencia, por responsabilidad de las consecuencias, y no porque a otra persona le parezca bien o no.  Antes que dedicar tiempo a rendirles cuenta de nuestros actos a los demás, deberíamos dedicar tiempo a lograr nuestros propósitos.

Los peligros de esa cárcel mental llamada monotonía.

Monotonía es hacer las mismas cosas todos los días, vivir las mismas situaciones.  Esto a la final vuelve nuestra vida tediosa.  Si no hacemos nuevas cosas, entonces no pasa nada.

Toda decisión que nazca dentro de la monotonía lo único que hace es afirmarla.  Uno no puede tomar decisiones nuevas, a partir de las mismas vivencias. Esa es la razón por la que por más que intentemos hacer algo nuevo, siempre termina sucediendo los mismos resultados.

Lo peor de todo es que nuestros pensamientos terminan siendo rutinarios, estériles y carentes de creatividad.  De ese modo nos acostumbramos a ver la vida de una sola manera, en la que creemos que ya sabemos todo y no puede haber algo más. Actuamos como si solo hubiera una verdad, la nuestra.  Con el tiempo deja de interesarnos saber el porqué de las cosas, o el vivir cosas nuevas.  Solo nos interesa tener algo para comer, y un lugar tranquilo donde recostarnos.  Cuando una costumbre es muy repetida y muy arraigada, pasa a ser invisible, y no le ponemos cuidado, tal y como sucede con la rutina.

La vida es progreso, es evolución, todas las cosas están vivas mientras se muevan.  La juventud es vida, movimiento y atrevimiento, la vejez y la muerte es rutina y quietud.  Hay cientos de cosas por vivir, por aprender, por disfrutar, por hacer.

Aprendiendo a decir que si, para romper nuestros esquemas mentales.

Ya conocemos cuáles son esas negaciones que no nos dejan seguir adelante, ahora concentremos en aprender a decir sí. Lo primero que debemos hacer es no elaborar toda esa clase de teorías a acerca de lo que va a suceder.  Obviamente acompañados del sentido común, debemos medir las consecuencias de nuestros actos. Ya después lo que debemos hacer es atrevernos, ser valientes para enfrentar las consecuencias.

Por ejemplo; si nos atrevimos a declararnos, entonces debemos ser lo suficientemente fuertes para aceptar el rechazo, si fracasamos en un negocio, tener la fuerza para aceptarlo y empezar de nuevo.  Si siempre nos dejáramos llevar por los temores, entonces de bebe no hubiera aprendido a caminar, ni tampoco hubiéramos abandonado el útero.  El aprender a decir si, implica muchas veces correr con ciertas consecuencias, pero no por eso debemos estar huyéndole a la vida.

Rompamos el molde de pensamientos en que hemos estado atrapados. Podemos empezar por tomar una ruta diferente para ir al trabajo, hablar con esa persona que nunca hemos saludado y nos encontramos a diario, ir a un partido de tenis aun cuando no me guste, comer una comida extraña o almorzar un restaurante de comida extranjera, leer un libro cuyas teorías parecen ridículas, atrevernos a escuchar con detenimiento un punto de vista contrario al nuestro, si somos muy serios, atrevernos a decir un chiste. La próxima vez digámosle si, cuando nos hagan una invitación, alcemos la mano si buscan nuevos voluntarios, atrevámonos a enojarnos y a expresar nuestros sentimientos. Vivamos, experimentemos y aprendamos.

Los beneficios de aprender a decir que sí.

La ventaja de toda nueva situación, es que va directamente a alimentar todas nuestras ideas subconscientes, creando nuevas rutas mentales, nuevas conexiones entre las neuronas, más información para digerir, más creatividad, más ocurrencias.

Al conocer nuevas personas, al enfrentarse a nuevas situaciones, veremos la vida desde otro punto de vista, ampliaremos nuestra visión de las cosas, y podremos encontrarle sabor a la vida.  Podemos a llegar a vivir cosas que nunca habíamos imaginado que existieran, llegar a tener nuevas oportunidades, y por ahí derecho encontrarle solución a aquello que no sabíamos cómo solucionar.

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